viernes, 8 de noviembre de 2013

SIRENA TRISTE



La sirena sólo miraba a su alrededor y no veía el mar por ningún sitio.
Decidió unos meses atrás, cambiar su larga cola roja, por unas piernas que le permitían caminar por la gran ciudad a la que se había trasladado. Se convenció que sería lo mejor, pues ya era hora de experimentar una vida fuera de su hábitat natural... Y así lo hizo.
No pocas mañanas se preguntaba sí había sido una buena decisión; y la respuesta era siempre la misma: sí. 
La sirena era terca por naturaleza, y en su vida hasta hacía poco tiempo, no practicaba el arrepentimiento, y seguía adelante con sus decisiones. Es por esta razón que, seguramente se auto convencía de que su acción había sido la mejor que podía haber tomado... Pero echaba de menos el mar... Cabalgar olas violentas o suaves. Visitar a sus amigas las caracolas, y desplazarse a lo largo y ancho de esas aguas cristalinas que le daban la vida.
Ahora el agua más cercana la tenía a cientos de kilómetros, y se sentía algo atrapada. 
Los ciudadanos no eran los más simpáticos, y muchas veces pareciera que hablaban idiomas diferentes, y no en pocas ocasiones se encontraba envuelta en discusiones que no entendía, o que no tenían ningún sentido. 
También sentía soledad, frustración, poca armonía... 
No había adrenalina en su vida. 
No había libertad para nadar sin barreras.
Las piernas le aportaron responsabilidades que ya tuvo hacia años, y que fueron las culpables de que su cola creciera y se fuera a vivir al mar...
Ahora se encontraba en la misma situación, aunque en diferente escenario, con diferentes personajes y con nuevas experiencias que, por supuesto, eran reconfortantes y positivas.
Pensaba constantemente que por algo sería, por algún motivo que aún desconocía, tenía que estar exactamente en el lugar donde estaba. 
Nostalgia también le acompañaba en ocasiones, como compañero inseparable.
Incluso las lágrimas aparecían por sus mejillas y se deslizaban como sí nada, por su cara...
Ya la cabellera le estaba creciendo en abundancia como un acto inconsciente de señal para volver al mar...
Confusión, melancolía, indecisión y baja autoestima estaban ya colgadas como medallas...
La sirena necesitaba tener respuestas cuanto antes, y saber más sobre lo que acontecería, y no lo conseguía. Solamente tenía que seguir esperando y viviendo lo que había decidido, sin rechistar, sin queja, sin nada... Porque era ese su más preciado tesoro, el saber que no tenía nada, y que todo lo que ocurriera, sería por la toma de decisiones que debía acatar...