Para empezar bien el año, tomé la decisión de cortarme el pelo... De la cintura a la oreja...
Un cambio radical, un cambio repentino...
Bagaje de diez años en el pelo, y todas las experiencias estaban inundando ese pelo mío...
Decisión para que los cambios surjan y den efecto, y así está siendo, no hay duda, no las hay...
La sensación de tener la nuca al descubierto todavía me sorprende con el aire, no me acostumbro, no es tan fácil dejar acostumbrarse a sensaciones olvidadas... No imposible, pero un poco difícil sí...
Buenos pronósticos siento...
Buenas vibraciones también...
Y cuando me sumerja en el mar, el cabello no se enrredará tanto con las conchas y los peces, y Neptuno no me reconocerá, porque estoy cambiando...
Las sirenas, compañeras de tradición y de alegrías submarinas, ya saben quién soy, y extrañadas, me preguntaron por qué lo había hecho, y la respuesta les gustó tanto como a mí... Para cambiar, por dentro, por fuera, y para renovar mis costumbres, mis carencias, y sumar auto estima...
Deleitándome con mis propios pensamientos sobre los cambios, me encuentro con la posibilidad de darle un giro absoluto a mi vida, y enterrar viejas costumbres definitivamente...
Trabajando con la posibilidad de no marchitar jamás, y nadar y correr por las aguas cristalinas, donde mejor se pace, y firmando pactos y acuerdos para sobrevivir a las malas costumbres del pez espada, y de los grandes felinos marinos, que no dejan coger suficiente oxígeno para poder salir a la superficie, no por necesidad, si no por placer...
Pero la simetría de lo nuevo, y el orgullo de recibirlos con amor y honor, mantienen la sonrisa de los corales, y respetan profundamente la mía... dejando tras de mí, una cola color ambar, con las tonalidades moraditas, que simbolizan el cambio a un TODO mucho mejor y más placentero...
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