Las caricias que descomponen mi equilibrio, son las que tengo para hacerte, y para que disfrutes. Aunque seré yo la que lo haga más que tú... Porque recorro cada parte de tu cuerpo con mis manos, y no me canso de tanto placer para mis manos.
Si comienzo por los hombros, la espalda me suplica que me acerque a ella, y los gluteos me requieren, me llaman, hasta que mis manos se deslizan por tus muslos, por tus pantorrillas, y terminan mis labios estampados en tus pies, acariciándote por todo el cuerpo...
El olor de tu piel me hace viajar hasta el infinito, y lo más varonil, lo mejor de todo, es el sudor que sale por todo tu cuerpo cuando te acaricio...
Tolerancia de mi mente, mi corazón y mi cabeza, y en esos momentos el equilibrio está servido, tú me lo das... O yo lo tengo cuando te acaricio...
Mis caricias salen naturales, y son ilógicas, porque me encuentro haciéndolas sin pensar, no es una acción premeditada, es algo espontaneo, y me sorprendo a mí misma regalándote mimos, sin haberlo pensado, y tú sin haberlo pedido...
Salen suaves, despacio y tranquilas. Pero también violentas y que desgarran un poco tu piel, cuando el fuego se apodera de mi ser, y de toda mi fuerza.
Y me gusta acariciar tus rizos, tu nuca, porque nunca había sentido un olor en mi olfato, como cuando ellos se enredan en mi nariz...
Y tus manos me tocan como si fuera la única mujer que existe en este mundo, en ese momento...
Y vuelo acariciándote, disfrutándote...
Mis caricias para tí son como pequenos regueros de una pasión descontrolada, mezclada con la fuerza del amor desconocido y con ansias de hacerlo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario