Rehaciéndome y saliendo a flote poco a poco...
Muy poco me interesa lo que las personas que están a mi alrededor me digan! Sólo yo sola soy la que tomo la determinación o la decisión de hacer las cosas de una forma u otra... Poco me importan las opiniones ajenas, cuando estoy en ese estado. Porque ni siquiera me importan las mías... Y resbalo por el barro de lo poco terrenal. Y me mancho con la astucia de saberme limpia y etérea interiormente...
Camino, divagando, por el sendero de la oscuridad, con las manos apretadas contra la colcha de mi alma, y la mancho una y otra vez con pensamientos oscuros que no saldrán con limpiadores vulgares, ni con fantásticas ceremonias de compromisos o ensanches del ego... No...
Respiro profundo mientras observo como me destruyo, y lo contemplo, y me regocijo en ello, porque es así como comienza mi autometamorfosis.
Nadie me dijo cómo se hacía, y no me interesan los consejos.
Rehaciéndome, para poder sonreir como siempre. Porque la tristeza se ha quedado conmigo demasiados días, y ya es hora de darle sus merecidas vacaciones, hasta que la muerte nos separe, o hasta que mi cansado corazón decida ponerse y disfrazarse con ambiguedades que en nada me importan.
Y para rehacerme no necesito nada, ni a nadie. Sólo yo sé cómo se hace, cómo quiero hacerlo, y cómo lo haré. Porque a nadie más le interesa si me rehago debajo de una palmera, o acurrucada en mi camita, tratando de imaginarme que hace frío... Ese frío que sólo existe en mi corazón, aquí donde vivo...
Tratando de rehacerme a mi antojo, hasta que mi encaprichada cabeza decida que prefiere volver a descomponerse para volver a rehacerse... Y dejando todos los trozos de dicha descomposición en una etapa de la vida y de la experiencia, a la que no volveré, porque no creo en el pasado... tampoco en el futuro, creo en el ahora, con miras... Con miras y curiosidades, y sin temores... No le temo a nada! no temo la muerte, tampoco temo la vida! No le temo a los cambios, ni te temo a tí... No tengo temores, sólo tengo pálpitos, sólo quiero rehacerme, y para eso, no existen los temores!
Recuerdo que hace mucho escribí un post sobre el Ave Fénix, el “dador de vida”. En fin, hay veces en la vida en que nos sentimos derrotados por cosas que escapan a nuestro control. Sin embargo, siempre debemos recordar que en cada momento de nuestra vida tenemos la oportunidad de comenzar nuevamente, de RENACER en nosotros mismos como un Fénix. Lo último que se pierde es la esperanza, y recuerda, que la meta de esta vida solo se vislumbra al atardecer de tu último día.
ResponderEliminarAsí es, Fran. Y agradezco que me refresques la memoria. Muchas veces se nos olvidan las evidencias, no caemos en la cuenta de que es así. Y afortunadamente, suele aparecer una persona, un amigo, un compañero, un amante, que nos refresca la memoria.
ResponderEliminarPara renacer hay que morir de alguna manera, y todos morimos un poco cada día... Por lo tanto, renaceremos otro poco, también, cada día.
Por cierto, espero que el tuyo sea excelente.